Transmitted Light
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Recuerdo haber leído en uno de los estudios acerca de la cultura de los Nahuas, de Miguel León Portilla, que algunas esculturas prehispánicas sostenían un espejo horadado en forma de cetro, espejo que servía como un asomadero para que las deidades miraran los aspectos humanos; este texto no sólo creó en mi mente la imagen de un ser mirando a través de una especie de encuadre, sino la idea de un encuadre en el cual el sujeto observador es reflejado, proponiendo una percepción de la otredad en donde el observador es incluido en el campo visual. Estos antiguos comprendieron el concepto de la luz de forma similar a otras civilizaciones; mencionaron la luz dentro de algunos poemas alusivos al conocimiento y la sabiduría, tal y como lo mencionaron también en algunos de sus textos las grandes culturas antiguas del mediterráneo y de Asia, por mencionar las de mayor influencia histórica.
En primera instancia nos referimos a la luz como el elemento que nos permite ver-conocer con claridad, y de ésta se desprenden otras instancias filosóficas, científicas y artísticas. En la historia, el concepto de la luz juega un papel por demás importante.
Así pues, cualquiera que sea la civilización que propongamos como punto de partida, nos encontraremos con que hemos filosofado acerca de la luz, hemos estudiado la luz, nos hemos inspirado en la luz, hemos controlado y procesado la luz, habiendo desarrollado tecnologías capaces de transmitirla nos hemos globalizado a causa de la luz; luz que no deja de inquietar al hombre que busca comprender el cosmos.
Pienso que el discurso de la luz es per-se, sin necesidad de ninguna intervención. Su discurso tiende a plantear como objetivo la generación de una percepción total de la realidad, y por principio, sólo por principio a través del nervio óptico.
En su devenir, el hombre se ha preocupado por establecer paradigmas de la realidad y esto sólo ha sido posible mediante la representación. La comunicación de la realidad (general o particular) es siempre la representación de una percepción con cierto criterio y por lo tanto, particular. Pienso que ésta representación particular de la realidad es una de las constantes de las manifestaciones artísticas a través de la historia. Las pinturas rupestres de Altamira son, desde mi punto de vista, la expresión de un grupo de individuos conscientes de su entorno, su grupo y , por lo tanto, de sí mismos. Tan es así, que en algún momento centraron su atención en la creación de una especie de expresión- manual «cazando a un bisonte», esto con la finalidad de satisfacer sus inquietudes generadas por el conocimiento de su realidad.
Así, las manifestaciones visuales posteriores se preocuparon por representar las realidades particulares de la mejor forma concebible.
Con la aparición de la técnica fotográfica, aprendimos a reproducir un pedazo de realidad visible y transmitirlo a un público espectador. Con el advenimiento de los sistemas electrónicos de transmisión de imágenes, audio y datos, nos hemos acostumbrado a recibir un resumen por demás tendencioso de la realidad despedazada, y en emisiones matutinas, vespertinas y nocturnas, además de otros documentos visuales y audiovisuales que forjan nuestra percepción de la realidad remota, lejana, la que acontece en otros parajes y que es parte de nuestra realidad local desde la aparición de la creciente globalidad. La fotografía y todas sus derivantes son una técnica más en la historia de la representación de la realidad, son como el antiguo espejo horadado donde el fotógrafo, artista visual, es parte de la circunstancia fotografiada (aunque no siempre encuadrada) y, por lo tanto, produce un resultado con una visión francamente subjetiva. La gran semejanza que tiene la imagen fotográfica con la realidad visible, es lo que nos seduce a confiar que el documento es su copia. Gran parte del discurso fotográfico sembró sus bases en ésta semajanza.
Actualmente creemos que la tecnología, aplicada a las investigaciones, puede darnos una idea muy cercana de lo que es la realidad, incluso es capaz de imaginar los estados pasados y futuros del sujeto investigado. Pero el resultado está basado únicamente en la suposición; con esto quiero decir que la tecnología es capaz de recrear casi cualquier evento en el mundo virtual y mediante cruzamiento de referencias lograr recrear también las influencias circundantes interactivas, la realidad es tan vasta y llena de referencias que es necesario delimitar los elementos y conceptos a referenciar, o simplemente omitir inconcientemente los que nos son desconocidos, así que finalmente se obtienen recreaciones desde la perspectiva del individuo o grupo de individuos involucrados en las investigaciones, y normalmente se publican como investigaciones fehacientes respaldadas por la «precisión» de los procesos tecnológicos y el «veraz» aval de los medios; medios que ocupan y procuran como materia prima los documentos concluyentes, redondos, para una producción rentable a disposición del espectador. Y si esto ocurre en los círculos de investigación que en gran medida paradigmatizan la realidad debido a su carácter de comprobabilidad, cuanto más no ocurrirá en ámbitos de naturalezas más maleables como el social, el humano. La pérdida de referencias aumenta conforme los intentos de nuestra actual cultura por lograr universidad se desvanecen ante el vertiginoso establecimiento de la globalidad, el discurso de la luz transmitida por el discurso de la luz; la omnipresencia del hombre por su omnisciencia; ambos con la misma meta pero de naturalezas difícilmente distinguibles, aparentemente divergentes, aparentemente partícipes de la misma herencia.
por David Viveros