Había una vez actores que se hacían actuando, es decir, las poses eran un algo que no tenía cabida en el quehacer teatral. El actor se formaba en el escenario, frente a la cámara, o en el espacio que el destino le brindara para ello, construyendo y desarrollando no sólo a su personaje, sino a su Actor mismo. Aún quedan algunos de estos Actores, aún hay actores que se forman a través del teatro, y verlos en escena siempre será un placer; pero en esta ocasión el gusto tiene nombre y apellido: Héctor Bonilla. Un lujo mexicano.
La Escaleta fue invitada a la última función que 3 Días en Mayo ofreció en el Centro Cultural Helénico, antes de comenzar su gira al interior de la república.
Quienes hayan tenido la oportunidad de haber visto la función con el señor Actor Luis Miguel Lombana en el papel de Neville Chamberlain, personaje que hereda al otro señor Actor, Héctor Bonilla, son testigos de la titánica y tan diferente construcción que los verdaderos actores pueden hacer con un mismo personaje.
Cada uno de ellos imprimió a su Chamberlain la esencia que consideró propia, crearon en base a ello, son las mismas líneas, el mismo trazo, el mismo personaje, y además: el mismo elenco. Pero en nada, en absolutamente nada, tiene que ver el trabajo del uno con el otro. ¿Que puede gustar más el de aquel que este o viceversa? Eso ya es gusto personal y se vuelve punto y aparte, como con los buenos cafés, cada paladar es diferente y eso no demerita la calidad del grano.
Esta función final dejó ver un ritmo ya muy trabajado por parte de todo el elenco, y de las tablas de Don Héctor al caer como mago prestidigitador dentro de él, cualquiera que no haya visto esta obra con Luis Miguel Lombana podría jurar que Héctor Bonilla siempre fue Neville. Si desde la primera función el trazo era impecable, en esta última se hacen muy evidentes esos detallitos que cada actor se esmeró en pulir cual brillante.
Mención especial, para completar esta tercia de ases, al otro señor Actor: José Carlos Rodríguez, quien también hace gala de todo su Arte, pues jugar tan magistralmente a ser cómplice, mancuerna y contrapunto de un personaje y no de un actor, es tarea que sólo el oficio puede dejar. Su elegancia y fuerza en toda la obra hacen de él un pilar en esta puesta en escena.
En hora buena por la SAS (Sociedad Artística Sinaloense) que ha logrado llevar a escena tan tremendo trabajo. De verdad, en los estados en tengan la suerte de ver llegar este trabajo no duden en asistir, es garantía.
Al final, más allá de los nombres: José Carlos Rodríguez, Luis Miguel Lombana, Héctor Bonilla, y de todos los que conforman el elenco, esta obra es formidable por cumplir una de las funciones del teatro: ser espejo de la sociedad. Es decir, ver nuestra problemática actual plasmada en el escenario, en otro tiempo, en otros que (al parecer) no somos nosotros, quizá nos ayude a pensar con seriedad y fríamente, porque en verdad ¿cuándo fue que aceptamos vivir como esclavos?
Guzhtabo García
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