¿Es necesario estar juntos para amarse? Pregunta que me da vueltas en la cabeza desde hace algún tiempo, y que al ver está puesta en escena aumenta sus revoluciones, así mismo me hace pensar en, si el amor de verdad existe o es sólo la ilusión de la vida que queremos tener, o ¿a cuántas personas podemos amar?, ¿podemos estar con alguien toda la vida y amar al mismo tiempo a otro alguien?.

Un hombre muy sabio, alguna vez me dijo que existen tres amores en la vida: “el amor de tu vida”, “el hombre o mujer de tu vida” y “la persona con la que vas a pasar la vida”, tres amores que si son ciertos, parecen lejanos. No obstante, “Te veré el año que viene”, es una puesta que nos deja ver que sí existen, por un lado gracias a las actuaciones de Jimena Merodio y Oz de la Ro, que sin dejo de su juventud nos hacen sentir el paso del tiempo por los personajes y logran que nos identifiquemos con Jorge y Doris, una pareja de amantes que se acompañan toda la vida sin necesidad de verse más que un fin de semana al año.
Una comedia romántica de Bernadr Slade, que nos muestra la sociedad americana post guerra, y más allá de eso la trascendencia de una mujer que decide pasar de ser una esposa católica abnegada a mujer independiente. Sin duda, la dirección de Jose Razo es completamente acertada dentro del tono de la obra; del mismo modo que el espacio e iluminación por Isaac Weisselberg, que se conserva intacto con el pasar de los años y por lo único que se modifica es con las transiciones de luz; así pues la escenografía es exquisita a la vista, la combinación exacta de color y elementos para disfrutarla sin empalagarse ni perder atención a la deliciosa acción.

Es una obra que todo amoroso tiene que ver, y que por fortuna se re estrena en el Teatro Centenario Coyoacan, ubicado en av. Centenario 159, col. Del Carmen, en la CDMX , el lunes 4 de Febrero, con temporada todos los lunes hasta el 22 de abril a las 8:30pm, sin duda es una puesta en escena para ver en pareja o quizás solo, quién sabe, podrías encontrar al amor de tu vida en la butaca de enfrente…
Por Luz Sánchez